a veces no sabemos si queremos oir cuentos o vivirlos,
tambien hay ocasiones en que no tenemos idea de que más decir.
No queremos ni inventar, ni buscar, ni hacer...
Estamos como en un torbellino, que no para y que no nos deja ver el paisaje.
No sabemos por donde poner pie en tierra para agarrarnos y comenzar a construir.
sin embargo hay días en que parece vislumbrarse alguna luz,
esos días (que pueden ser por un sonido, recuerdo, olor, sabor o simple necesidad de vida), hacen la vida un poco más real y son oportunidades para regresar al núcleo, a nuestro centro, del cual todo surge y por el cual existimos.
Hoy me siento un poco así... esperanzado...
A veces, sí tenemos ganas de oir cuentos.. o de contarlos.
Lo que pasa en realidad es que cuando vivimos los cuentos sí dan ganas de contarlos, es como dejar que algo de dentro de uno salga y salpique a todos con su dulzura (por que sí, es dulce la sensación de vivir cuentos)
Hoy te cuento este. ¿te gusta?, es que es un cuento que no sé en que termina, pero dicen por ahí que todos los cuentos son historias sin fin... ¿tu que opinas?
"...Tú eres amor, y tienes tu morada en tu corazón. Tu cabeza es una especie de 'periscopio', como en un submarino; te sirve para que tú puedas percibir el exterior, un 'periscopio' con un 'computador' en su interior: tu cerebro, con él entiendes y organizas tus funciones vitales; las extremidades te sirven para trasladarte y manipular objetos, pero tú estás aquí, en el centro de tu pecho, tú eres amor..."
Barrios, Enrique. "Ami, el niño de las estrellas". Errepar. Buenos Aires. 1990
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