Una vez la reina de los días entró al salón del tiempo y del espacio, donde estaba descansando por un momento el rey de las noches. Ella le pidió un favor muy especial: que le regalara una estrella. El rey de las noches pensó que si desmembraba a "Orión" la constelación dejaría de ser la misma. Su pensamiento pasó por "Virgo", "Ofiuco", La "Osa mayor" y la "Osa menor", otros signos del zodiaco y muchas más constelaciones... No encontró una estrella que estuviera disponible. "Lo siento mucho reina mía, pero tengo todas mis estrellas ocupadas formando constelaciones, integrando sistemas solares y equilibrando esta y otras galaxias... No te puedo dar ninguna de mis estrellas en el firmamento". Pero la estrella que la reina quería no estaba en el firmamento, estaba en la Tierra... Era un hombre. Era un ser luminoso que servía de guía a miles de humanos y orientaba en la oscuridad a los perdidos. La reina se había enamorado de su agradable brillo y le pidió al rey de la noche que le permitiera conocer al hombre durante su reinado nocturno. Así fué que la reina logró encontrarse cada noche con aquel hombre.
Desde entonces no puedo dormir de día. Porque tengo importantes citas de noche...
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