Cuando las personas voltearon hacia arriba
encontraron en el techo a Milwe, la abeja sueca que habla 7 idiomas. Nadie se
imaginaba que la música saliera de un insecto. Ya saben, un señor se subió a
una silla con su zapato en la
mano. Milwe gritó con todas sus fuerzas. “Leben und Leben Lassen!!”.
El señor cayó al suelo tanto por el desequilibrio físico como el anímico que le
daba reconocer que un insecto pronunciara palabras más claras que lo que él
mismo podía. Nadie lo podía creer. Quedó un silencio sepulcral en el salón.
Todos querían seguir escuchando para asegurarse de que no habían alucinado la escena. El único sonido
que rompió el silencio fue el aleteo de Milwe que por dos segundos tembló de
nervios de ver su vida amenazada.
Entonces los que la veían rompieron su suspenso y
comenzaron a comentar entre ellos con grandes
ademanes y desparpajo: “¿Tú también la oíste?”, “Es alemán eso que dijo
¿Verdad?”, “¿No será un robot?”, “¡Esto es un acto de brujería!”, dimes y
diretes comenzaron a recorrer el lugar, con un paulatino y creciente fervor,
mientras Milwe, aprovechando la confusión comenzó a caminar hacia la ventana, y
con la misma parsimonia con la que entró, estaba saliendo. Pudo así, oler el
aroma de la libertad y sentir la responsabilidad de guardar silencio para
permanecer con vida.
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