Jul 1, 2011


EL NIÑO QUE QUERÍA ALCANZAR LAS ESTRELLAS

Había una vez este niño que quería alcanzar las estrellas y para ello juntó a grandes personajes: un físico, a un ingeniero diseñador de cohetes, y a un astrónomo que teorizaba sobre el universo y les pidió que le ayudaran a lograrlo. Todos se emocionaron mucho porque pocas personas deciden emprender una jornada tan venturosa, y a decir verdad muchos de ellos querían también alcanzar las estrellas secretamente, y ahora que el niño les había pedido ayuda era su oportunidad de realizar sus sueños secretos.
Un día el astrónomo escuchó que el corredor le decía que el niño era un tonto soñador, que siempre que intentaba hacer sus sueños siempre fracasaba. Pues recordaba que un día el niño había pasado largas horas y días corriendo y saltando para intentar su hazaña sin lograrlo. Entonces el sueño del astrónomo se rompió al creer que el niño era un fracasado, pensando que entonces, muy probablemente su esfuerzo actual también sería infructífero.

Entonces el astrónomo lo abandonó, y los demás lo siguieron, dejando al niño solo con su sueño una vez más. Pero el niño, ahora tenía nuevos conocimientos, adquiridos de aquellos que lo abandonaron, que le dieron un nuevo impulso para comenzar de nuevo su proyecto. Se propuso construir por sí solo un cohete, pero no estuvo nunca solo, porque consiguió ayuda de otros que sabían hacer cosas pequeñas, como soldar, hacer materiales resistentes, hacer comidas que no se echen a perder, contar las estrellas, calcular distancias entre puntos, y muchas cosas pequeñas, que juntas eran todo lo que se necesitaba para lograr la gran hazaña, y así, reunió el trabajo de cientos de personas expertas en cosas pequeñas, que no sabían la grandeza que estaban construyendo. Todos, sin saberlo, contribuyeron a llevar al niño a las estrellas.

Un día el niño regresó de las estrellas para agradecer a todos los que le habían ayudado, y descubrió que ya había pasado mucho tiempo. La relatividad del tiempo hizo que los que se quedaron en la tierra envejecieran y murieran, pero le habían dejado un gran regalo: una escultura en el centro de su ciudad, era una copia de sí mismo, vestido de astronauta, y que en su pie decía: "Homenaje al niño que nos hizo ver más allá de nuestras pequeñeces, que nos enseñó a juntarnos para llegar lejos y alcanzar las estrellas, nuestras siguientes generaciones te estaremos por siempre agradecidos".

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